El cuerpo sólido se hace pañuelo al viento, tirita de frío o calor, no sé. Los segundos pasan marcándolos mi piel, tan conciente de la presencia del aura que se desprende de su cuerpo y me sigue, uniéndose a la mía tan ocupada. Algo sin sentido escribo, más sin sentido y sin razón siento. Al fin del mundo me fui, dejé todo atrás, siguiendo las huellas invisibles palpables a mis ojos llenos de él. Y por eso aquí estoy, lejos de todo, cerca de mí misma, dentro del volcán que hace estallar mis sentidos y le da sentido al sin sentido. No hubo miedo, no lo hay, no existe. Sólo calma y paz aquí adentro, acompañada por la compañía grata de nuestra historia pasada, y la que se va forjando. Me voy de mí para encontrarme, ¿dónde?, en la poesía que me duerme cuando estoy despierta, y me despierta cuando estoy dormida. Tenía que dárseme para yo darme a mí misma y al mundo. Ahora somos eternos.
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