EL SÍNDROME DE LA SÚPER MADRE

Como mujeres Latinas, se nos acondiciona a trabajar faenas largas, a servir a otros antes que a nosotras mismas y a poner las necesidades de nuestros hijos y de nuestros esposos antes que las nuestras. Se espera de nosotras que seamos como nuestras madres: sacrificadas, desprendidas, entregadas totalmente a los demás sin prestar atención a lo que queremos o deseamos. Viendo a nuestras madres cuando crecíamos nos juramos que nunca seríamos igual que ellas; que comeríamos con el resto de la familia y no luego de que todo el mundo terminara; que le compraríamos ropa a nuestros hijos, pero también nos compraríamos algo nuevo para nosotras; que no le aguantaríamos a ningún hombre lo que nuestras madres le aguantaron a nuestros papás; que no seríamos sirvientas de todos en la casa y que nos dedicaríamos tiempo para hacer las cosas que nos gustan y realizar nuestros propios sueños.

Durante toda mi vida vi a mami ser el vivo ejemplo de desprendimiento total, más allá de lo saludable. Y a pesar de que no dudo ni un segundo de que sentía profunda satisfacción en saberse útil a sus hijos, hacer lo que estaba programada para hacer y en procurar por el bienestar de todos en la casa, no creo que era feliz. No tan sólo la vida de mami fue sacrificada y entregada totalmente a sus deberes familiares, sino que también lo hacía todo de la manera más elaborada y difícil posible. Nunca tomó atrechos para cumplir con su deber; todo lo que hacía lo hacía de manera ardua, complicada y elaborada. Su filosofía de entrega y sacrificio total la llevaba a consumirse del cansancio y a enfermarse a veces. Y aún cuando su cuerpo batallaba en contra del agotamiento físico para seguir en pie de lucha, la embargaba un sentimiento de culpa por no poder dar más en sus momentos de debilidad.

Al ver casos como los de mami y los de otras mujeres en mi vecindad, se me ocurrió un día que las mujeres como mami sufrían del Síndrome de la Súper Madre. Dicho síndrome es fácil de ver, pero bien difícil de combatir. Y no tan sólo ataca a las mujeres de la época de mami (la cual ya tiene 82 años), sino que también ataca a las madres de hoy en día. Recientemente hablaba con mi hermana y me decía que tenía unos síntomas de cuidado, pero que no tenía tiempo para ir al médico, así que los estaba ignorando. Le contesté que ella tenía que procurar cuidarse primero antes que a sus hijos porque ella es la persona más importante de su familia, y en caso de que ella sea incapaz de cumplir con sus responsabilidades de madre no existe substituto.

Nosotras somos primero, y debemos cuidar nuestra salud, nuestra mente, nuestro cuerpo, y nuestra alma antes de siquiera intentar cuidar de otros. Ileana, mi nueva amiga, escribió esta frase, la cual quiero compartir con todos:

“Las mujeres no nos cuidamos, pero tampoco dejamos que nos ciuden. Estamos entrenadas para ser supermujeres y mientras el cuerpo aguante seguimos, porque se supone que así sea. Pero ¿cómo llenas el vaso de alguien si tienes una jarra vacia?” Ileana Silva Guash

El Síndrome de la Súper Madre tiene que estar acompañado por el Síndrome de la Súper Mujer para una misma. Tenemos que amarnos para poder amar, valorarnos para recibir valor, respetarnos para inspirar respeto, cultivarnos para poder sembrar y dar fruto, y ser mujeres completas para que nuestros hijos y todos los demás disfruten lo mejor de nosotras. Llenemos nuestro cántaro y sirvamos la copa de los que nos necesitan, pero no olvidemos siempre volverla a llenar y mantenerla llena.