Thursday, July 10, 2008

Poeta

Pensando en estos días en la vida y la muerte por la partida física de varias personas cercanas, no puedo evitar pensar por qué se nos hace tan difícil aceptar con beneplácito y resignación la partida de nuestros seres queridos. ¿Quién le ha atribuido a la muerte un significado tan funesto y negativo? ¿Es innato del ser humano entristecerse con amargura ante la desaparición física de un ser amado o aprendemos a través de nuestra socialización nuestra reacción a la muerte? ¿Por qué es tan inesperada y ominosa la muerte, aun cuando sabemos que es lo único que tenemos certero en la vida?

Un amigo escribió una vez: “no te preocupes, la muerte no te matará!” Nuestra reacción a la muerte depende en gran medida de nuestras creencias espirituales y religiosas, pero aún así es indescriptible expresar el porqué de nuestra reacción quejumbrosa y apesadumbrada ante la muerte. Si se cree en un paraíso después de la muerte, una reacción en acorde a esta creencia sería la felicidad de saber que nuestro ser amado va en camino o se encuentra ya en un estado superior al actual. Si nuestra creencia es que habrá otra vida luego de la que ha acabado, la reacción debería ser de expectativa de conocer esa nueva vida. Si la creencia es que todo se acaba con la muerte pues…¡se acabó! Lo cierto es que sabemos que no viviremos en este estado físico para siempre y crecemos sabiendo esta información. Sin embargo, por más que lo sabemos, nos negamos a creer que ese momento llegará.

Me parece muy interesante nuestras reacciones a la muerte. ¿Se puede aprender a mirar la muerte de manera positiva, placentera y hasta deseada? ¿Podemos celebrar la muerte como una etapa de nuestra vida, sin temor a la reacción de los demás?

La muerte más cercana que he tenido es la de mi padre, mi padre de toda la vida, mi papá, el ser que me crió y al cual amaba y amo con todo mi ser. Sabía en mi corazón que el momento de su partida estaba cerca la última vez que lo vi con vida en diciembre de 2006. Sentí el final acercándose… Y me pregunté cómo sucedería. Con suerte, una persona que tuvo una gran vida tuvo una gran muerte: murió de un infarto cerebral masivo que le quitó la vida repentinamente la mañana del día de su cumpleaños número 86. Mi mayor deseo para mi papá (y para mi mamá que aún vive) es una muerte pacífica y súbita. Así sucedió. Recibí la llamada esa mañana del 15 de febrero de 2007 notificándome de la condición crítica de mi papá cuando lo llevaron al hospital transportado en ambulancia a raíz de su derrame cerebral. Quise llegar a Puerto Rico antes de que partiera, pero no esperó por mí. Decidió irse en paz sin mí, su niña consentida. Mi reacción fue de tristeza, al principio. Mi tristeza fue egoísta; fue una tristeza fundamentada en el hecho de que no lo vería físicamente en mis viajes a casa. Sin embargo, mi espíritu se regocijó en su partida, pero sobre todo, en su vida, lo cual me hizo mirar su muerte con paz y alegría. Mi papá se quedó conmigo y su amor me acompaña más fuerte que nunca, sin barreras de tiempo ni espacio.

Al pensar en mi propia partida física en un futuro desconocido, quisiera que la gente estuviese feliz de lo que viví, de cómo viví y de haberme tenido en vida de alguna forma. Tal vez no suceda así e inevitablemente mis seres queridos lloren mi muerte. Yo sé que yo estaré feliz y espero contagiar a otros con la felicidad de mi espíritu que se unirá al universo y a toda la creación.

Como preguntó Julia de Burgos: ¿cómo me llamarán cuando muera? Al igual que ella, espero que cuando muera me llamen poeta…y que el mundo se regocije en mi muerte y en mi vida a través de la poesía que pude hacer con mis días en este plano. La muerte no me matará…y aun desde la fosa seguiré siendo poeta.

3 comments:

Anonymous said...

Definitivamente tu eres un ser de luz que traspasa la barrera de la muerte. Si no me he ido antes que tu, así te llamaré, TSC,Poeta de vivida poesía.

Wally

Unknown said...

Gracias Wally. Poeta más allá de la muerte; poeta para toda la vida... Un besote.

amelche said...

Aparte de si hay un más allá en el que vivimos, dónde están nuestros seres queridos, etc. creo que también nos planteamos la ausencia. Y que es una ausencia definitiva, que ya no vamos a poder hablar con esa persona, ni verla. Y eso, tal vez, sea lo más duro.