Friday, July 25, 2008

ACHIEVING GENDER EQUALITY…HOW ABOUT RAISING OUR CHILDREN DIFFERENTLY?




When I think about the struggle that women are still having in the world of men to go ahead and to stay afloat, in spite of all the obstacles, I cannot help to ask the almost rhetorical question: how did this gender inequality begin in the first place? Of course, my next question is: how do we make the playing field between men and women even? The answers to those two questions are complex and multiple. However, I think we can start with something very basic: easing up on gender role imposition.

Two days ago, I was talking to a friend of mine about our children. We both have preschool-age boys and they engaged in playing. My boy started playing about shooting and killing bad guys. My friend did not like the game too much (I don’t like it either) but said it is probably inevitable that boys play like that, because they are boys and that’s what boys do (my stomach turns over every time I hear that phrase). I told her my boy had been given guns, rifles, and swords for his birthday from friends and family. I continued to say to her that, if I had a girl, nobody would’ve thought of giving her those sorts of toys for her birthday. Instead, they would have given her a dish set, a tea set, a kitchen set, and dolls (with diapers), for sure.

I do not buy the general theory (not a scientific theory, I must add) that boys are built to be aggressive and that girls are built to be docile. I truly believe, from the time girls and boys are born, parents and people around them, treat them differently based on their gender. Girls get the softer approach, while boys get the less delicate approach, so girls can grow up to be well-mannered and nice, and boys get to grow up to be strong and competitive. Based on my own experience, I remember wanting to do things that my grandmother considered off-limits to girls, and therefore, being forbidden to do them. I never understood why I was not allowed to play with cars or have a race track. I never understood why I was not allowed to climb trees or to ride a bike. I was not even allowed to whistle because “only boys did that”. The list of the “not to dos” was long for me because I was a girl.

I see it in my girlfriends, (the ones raising boys), how, even when knowing what women go through on a daily basis regarding equality, still instill those gender notions on their boys. They still say ‘boys don’t cry”, “boys are strong”, “strong boys don’t get hurt”, and “boys are supposed to protect girls”. I see it in my girlfriends, (the ones raising girls), how, even when knowing what women go through on a daily basis regarding equality, they embed gender notions of weakness, conformism, and subservience in their daughters by allowing them to do things that they say are only done by girls (or not to do things they considered to be done by boys only). And mothers of both boys and girls later justify their children’s behaviors by saying “boys are like that” and “girls are like that”.

If men and women are built differently, and therefore, if this has had and has historical, anthropological, sociological, and behavioral implications for both sexes will never be confirmed categorically. What we can do is be more cognoscente of the way we raise our boys and girls to teach them how to live with each other and to respect each other; their differences and similarities, capabilities and greatness, awarding both sexes high value and regard.

The greatest fear of fathers of boys is not that their boys will fail school, use drugs during their teenage years, or have unprotected sex. Their greatest fear is that their sons will be homosexual (and that their wives will “turn” them gay if they raise them to be sensitive and compassionate). Men’s fear to somehow raise gay sons dumbfounds me. Women’s conformism to old constructs in spite of what we have experienced staggers me. To level the playing field requires a constant and serious shift in our mentality so we can raise strong girls and strong boys, sensitive girls and sensitive boys, and nice girls and nice boys who can see each other like allies, partners, and equal beings.

Thursday, July 10, 2008

Poeta

Pensando en estos días en la vida y la muerte por la partida física de varias personas cercanas, no puedo evitar pensar por qué se nos hace tan difícil aceptar con beneplácito y resignación la partida de nuestros seres queridos. ¿Quién le ha atribuido a la muerte un significado tan funesto y negativo? ¿Es innato del ser humano entristecerse con amargura ante la desaparición física de un ser amado o aprendemos a través de nuestra socialización nuestra reacción a la muerte? ¿Por qué es tan inesperada y ominosa la muerte, aun cuando sabemos que es lo único que tenemos certero en la vida?

Un amigo escribió una vez: “no te preocupes, la muerte no te matará!” Nuestra reacción a la muerte depende en gran medida de nuestras creencias espirituales y religiosas, pero aún así es indescriptible expresar el porqué de nuestra reacción quejumbrosa y apesadumbrada ante la muerte. Si se cree en un paraíso después de la muerte, una reacción en acorde a esta creencia sería la felicidad de saber que nuestro ser amado va en camino o se encuentra ya en un estado superior al actual. Si nuestra creencia es que habrá otra vida luego de la que ha acabado, la reacción debería ser de expectativa de conocer esa nueva vida. Si la creencia es que todo se acaba con la muerte pues…¡se acabó! Lo cierto es que sabemos que no viviremos en este estado físico para siempre y crecemos sabiendo esta información. Sin embargo, por más que lo sabemos, nos negamos a creer que ese momento llegará.

Me parece muy interesante nuestras reacciones a la muerte. ¿Se puede aprender a mirar la muerte de manera positiva, placentera y hasta deseada? ¿Podemos celebrar la muerte como una etapa de nuestra vida, sin temor a la reacción de los demás?

La muerte más cercana que he tenido es la de mi padre, mi padre de toda la vida, mi papá, el ser que me crió y al cual amaba y amo con todo mi ser. Sabía en mi corazón que el momento de su partida estaba cerca la última vez que lo vi con vida en diciembre de 2006. Sentí el final acercándose… Y me pregunté cómo sucedería. Con suerte, una persona que tuvo una gran vida tuvo una gran muerte: murió de un infarto cerebral masivo que le quitó la vida repentinamente la mañana del día de su cumpleaños número 86. Mi mayor deseo para mi papá (y para mi mamá que aún vive) es una muerte pacífica y súbita. Así sucedió. Recibí la llamada esa mañana del 15 de febrero de 2007 notificándome de la condición crítica de mi papá cuando lo llevaron al hospital transportado en ambulancia a raíz de su derrame cerebral. Quise llegar a Puerto Rico antes de que partiera, pero no esperó por mí. Decidió irse en paz sin mí, su niña consentida. Mi reacción fue de tristeza, al principio. Mi tristeza fue egoísta; fue una tristeza fundamentada en el hecho de que no lo vería físicamente en mis viajes a casa. Sin embargo, mi espíritu se regocijó en su partida, pero sobre todo, en su vida, lo cual me hizo mirar su muerte con paz y alegría. Mi papá se quedó conmigo y su amor me acompaña más fuerte que nunca, sin barreras de tiempo ni espacio.

Al pensar en mi propia partida física en un futuro desconocido, quisiera que la gente estuviese feliz de lo que viví, de cómo viví y de haberme tenido en vida de alguna forma. Tal vez no suceda así e inevitablemente mis seres queridos lloren mi muerte. Yo sé que yo estaré feliz y espero contagiar a otros con la felicidad de mi espíritu que se unirá al universo y a toda la creación.

Como preguntó Julia de Burgos: ¿cómo me llamarán cuando muera? Al igual que ella, espero que cuando muera me llamen poeta…y que el mundo se regocije en mi muerte y en mi vida a través de la poesía que pude hacer con mis días en este plano. La muerte no me matará…y aun desde la fosa seguiré siendo poeta.