Tuesday, February 24, 2009

LIBRE ALBEDRIO

El concepto de libre albedrío es un término abarcador pero confuso. Se dice que Dios nos da libre albedrío, lo cual significa que tenemos el poder de decidir nuestros actos y nuestra vida en general. Sin embargo, muchas religiones afirman que si no cumplimos con los decretos de Dios o de las iglesias (religiones organizadas), sufriremos el castigo furioso y perenne de Dios. Así que Dios nos da libre albedrío (libertad para actuar y decidir), sin embargo nos castiga si no hacemos lo que El dice… Confuso. De acuerdo a esta teoría conflictiva, no tenemos libre albedrío porque tenemos que hacer lo que los decretos o dogmas de una religión indican, de lo contrario nos desgraciamos con Dios.

Lo mismo es cierto para la expresión muy común del cristianismo: “no juzguéis y no seréis juzgados”. De acuerdo a esta aseveración, no estamos llamados a juzgar, ya que el Padre Todopoderoso es el único con la potestad para emitir juicio sobre nuestras acciones. Sin embargo, el emitir juicios es un hábito arraigado en el ser humano. Evidencia de esto está en nuestros propios patrones de pensamiento. Nos decimos o escuchamos en el servicio religioso del domingo “no juzguéis”; no obstante, juzgamos a todos por su apariencia, lenguaje, manerismos, opiniones, procedencia, color, raza, inclinación sexual, estilo de vida y por nuestras propias proyecciones sobre las otras personas, fundada o infundadamente.

Así que nos decimos que tenemos libre albedrío pero con la cláusula de que solo podemos actuar en libertad si nos conformamos a un sinnúmero de reglas que nos dicen qué hacer, cómo actuar, dónde, cuándo, cómo y por qué; y le decimos al mundo que no juzgamos pero lo que verdaderamente queremos decir es que simplemente se lo decimos a otro para que nos crean, cuando en realidad estamos juzgando a todos todo el tiempo.

No quiero decir con esto que las reglas no son necesarias para la sana convivencia en sociedad o que algunos seres humanos, incluyéndome, estamos exentos de emitir juicios. Sin embargo, a nivel profundo, la aplicación de estas dos expresiones en la mejor de nuestras habilidades, nos permite ser más que tolerantes: nos permite ser compasivos con otros y con nosotros mismos.

Todos somos diferentes y por ende, tenemos millones de ideas con respecto a la vida y las cosas. Vivir en armonía con esas millones de ideas no es tarea fácil, sin embargo estamos llamados a no juzgar y a respetar el libre albedrío, haciendo lo propio para mantener nuestro derecho a lo mismo. Lo que para alguien es un crimen o una aberración, para otra persona es la norma. No tenemos que aceptar los actos de otras personas simplemente porque sí, pero en el esquema amplio de la creación, debemos entender que todos tenemos derecho a la libertad y dejar que Dios sea el emisor de juicios, tal y como predicamos.