Monday, September 22, 2008

MUNDO DE HOMBRES


Los avances de las mujeres en el mundo laboral y en la sociedad en general han sido notables en las últimas décadas. Las mujeres han alcanzado penetrar las esferas profesional y política, y avanzar en su lucha por la igualdad de género. Sin embargo, aún nos queda terreno por ganar. La igualdad de la mujer sigue siendo una batalla contra el tiempo y los dogmas masculinos que continúan rigiendo las vidas de las compañías, las religiones, las sociedades, los gobiernos y los hogares.

Cuando pienso en la lucha por la igualdad de género, no puedo evitar pensar por qué, en primera instancia, estamos las mujeres luchando por la igualdad. ¿Por qué es necesario para la mujer abrirse paso a capa y espada para demostrar sus capacidades intelectuales y sus destrezas y competencias? ¿Por qué han existido y aún existen paredes y techos de cristal y de concreto, brechas abismales y puertas cerradas para el desarrollo de la mujer a nivel personal, profesional y social? ¿Cómo y cuándo fue la mujer relegada a un plano inferior y bajo cuáles premisas?

Soy una optimista por naturaleza, pero aun cuando reconozco el progreso significativo que ha experimentado la mujer, me perturba saber que tenemos que continuar vigilantes y en la trinchera de batalla para abrirnos paso en el mundo. Mi posición es que ambos, hombres y mujeres, somos valiosos y merecemos ser reconocidos por nuestras diferencias y similitudes en igualdad de condiciones.

Sé que hay muchas razones por las cuales la mujer es vista por los hombres (y por otras mujeres en muchas instancias) como menos merecedoras de alcanzar el estatus favorecedor que han disfrutado los hombres desde que el mundo es mundo. Nuestras hormonas nos causan cambios químicos que se reflejan en nuestro cuerpo y nuestro comportamiento, muchas veces de manera imperceptible para la mujer y obviamente de manera inevitable. Somos las que, por decreto divino y de la madre Natura, quedamos embarazadas y nos da la mala barriga y todos los síntomas que vienen con el embarazo. Somos las que parimos con dolor y mucho esfuerzo, y las que amamantamos a nuestras crías. Somos las que, por ese proceso maravilloso de la maternidad, tenemos un enlace fuerte con nuestros hijos e hijas, lo cual hace que nuestros retoños acudan a nosotros cuando algo les aqueja (o simplemente porque sí). También, somos las que por naturaleza y/o por socialización se nos ha delegado la responsabilidad de alimentar, cuidar, sanar, calmar, mediar, negociar, interceder, suavizar, mermar y actuar como diosas en los asuntos personales y familiares. No somos el sexo débil. Somos el sexo que tiene los más altos y variados requerimientos y demandas. Los hombres se enfocan en hacer una cosa y en muchas ocasiones la hacen bien (por ejemplo, trabajar, trabajar y trabajar). Las mujeres estamos presentes y actuamos en todos los renglones del círculo de la vida.

Los hombres quieren una esposa “ejemplar”, hijos que jueguen soccer, baloncesto, béisbol y fútbol, e hijas que bailen ballet y tomen clases de modelaje y refinamiento. Quieren que la esposa ayude a los hijos a hacer las asignaciones de la escuela y que se envuelva en la vida académica de los niños. Quieren que la esposa cuide de su suegra enferma y anciana cuando surja la situación. Quieren que la esposa mantenga el hogar limpio, ordenado y listo para ser fotografiado por Better Homes and Gardens en todo momento. Sin embargo, a la hora de trabajar con mujeres, los hombres pueden ser poco sensibles ante lo diverso de las demandas hacia las mujeres. Los hombres trabajan en sus profesiones. Las mujeres trabajan en sus carreras profesionales y hacen todo lo demás, y son penalizadas con sueldos bajos, poca flexibilidad, discriminación, y pocas oportunidades de crecimiento y liderazgo. ¡Que intente un hombre crecer un ser humano dentro de su cuerpo (con todo lo que esto conlleva) y continuar siendo una estrella en todo lo demás, sin queja (o con quejas pero continuando haciéndolo de todas formas)! Que intente un hombre realizar todo esto:

1. Trabajar 10 horas fuera de la casa
2. Ser llamado del colegio de los niños para resolver alguna situación
3. Ser llamado, en promedio, 150 veces en un día para cosas menudas y muy diversas, tales como:
4. Bañar los niños
5. Amarrar zapatos
6. Vestir los niños
7. Lavarles los dientes
8. Peinarlos (y si son niñas, hacerlo con estilo)
9. Calzar los niños
10. Curarles sus heridas (las graves, las no tan graves, las inventadas, las físicas, las emocionales)
11. Levantarse varias veces en las noches por las pesadillas de los niños, para sacar los “monstruos” de debajo de la cama o para cambiarles el pañal y alimentarlos cada par de horas
12. Limpiar y mantener la casa limpia y ordenada
13. Llevar a los niños a sus “playdates” y a todas sus actividades extracurriculares
14. Jugar con los niños aún cuando se está exhausto (mirar todas las anteriores)
15. Cocinar
16. Lavar los platos y limpiar la cocina
17. Hacer proyectos manuales con los niños (no solo tenerlos todo el día viendo TV)
18. Leer cuentos (una y otra vez….)
19. Escucharlos llorar por horas simplemente porque no se les da lo que quieren (repetidas veces en un día)
20. Multiplicar esto por cada niño que se tiene
21. Otros (la lista de tareas es demasiado larga para este blog)

Solo quiero poner las cosas en su justa perspectiva. El mundo depende de y necesita a las mujeres, tal y como necesita de los hombres. ¡Somos las responsables de tanto! Mi llamado es a la compasión y a la igualdad, en su justa perspectiva. Los hombres y las mujeres somos importantes, y necesitamos estar concientes del valor de cada cual y estar dispuestos a reconocerlo estando presentes mental, física y emocionalmente el uno para el otro, incluyendo en el área de trabajo.

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