Friday, January 18, 2008

15 AÑOS Y UN FUTURO


En nuestra tradición hispana, una de las cumbres en la vida de una mujer es la llegada de su cumpleaños número 15. No sé cómo comenzó esta tradición y hasta ahora no se me había ocurrido explorar su origen y procedencia. Sin embargo, me parece interesante, por falta de otra palabra más adecuada en mi limitado léxico, cómo se defiende esa tradición contra viento y marea. La fiesta de quinceañera es vista como el regalo más importante que se le da a las jóvenes durante su vida (antes de su boda). En Latinoamérica deben existir variadas costumbres sobre cómo llevar a cabo este ritual de los 15 años. En Puerto Rico, los padres de la niña, la futura quinceañera, deberán costear todos los gastos relacionados con la fiesta de quince años para su hija. Esto representa una suma de dinero considerable, muchas veces docenas de miles de dólares. Los padres comienzan a ahorrar para este evento mucho antes de su llegada, o asumen deudas en instituciones prestatarias para poder incurrir en el gran gasto llegado el momento.

No importa la condición económica para que las familias quieran hacerle su fiesta de quinceañera a la niña. Pobres y ricos se envuelven en esta práctica, los pobres haciendo el “sacrificio” para “darle” la fiesta de quinceañera a su preciada hija. Me parece irónico que los menos pudientes hagan el llamado “sacrificio” para pagarle una fiesta de quince años digna de una princesa a su hija, pero luego en dos o tres años, cuando se acerca la fecha en que su hija se gradúa de escuela superior, los padres aleguen que no tienen dinero para enviar a su hija a la universidad. Me parece insólito que no se promueva el ahorro para financiar una educación post secundaria para la niña, pero se haga el “sacrificio” de pagar miles de dólares en una fiesta para unas horas.

La educación es un activo que no deprecia y le añade valor en todas las dimensiones a una persona. Una fiesta es un evento efímero, y su gratificación se acaba tan pronto acaba el evento. Irónico también es el hecho de que, en unos años, la joven mirará sus fotos de su fiesta de quince años y odiará su traje, su pareja, los trajes de las damas de su séquito, el traje que usó su mamá, su peinado, maquillaje, accesorios y zapatos. Es muy difícil que al cabo de los años la joven reniegue de la educación universitaria que recibió.

El futuro de una joven es más importante que una fiesta. No estoy en contra de la tradición. Me parece hermosa. Si la familia tiene las finanzas para costear el quinceañero y la universidad de la chica, adelante con ambos. Si la familia debe escoger entre un quinceañero y la educación superior para su hija, deben ganar su educación y su futuro.

1 comment:

amelche said...

Estoy de acuerdo contigo, pero supongo que es difícil erradicar esas tradiciones.